Villaverde

VILLAVERDENSA

Camisa: De grueso lienzo casero y corte recto, larga casi hasta la mitad de la pierna, con cuello de cabezón o simplemente con una escotadura abierta hasta el arranque del pecho. (Téngase en cuenta que encima siempre se ha de llevar un pañolón cubriendo el busto). Mangas anchas con o sin puño.

Saya: Algo corta, es decir, cuatro o cinco dedos sobre el tobillo, con una gruesa lorza a la altura de las rodillas por todo adorno. Dice el anónimo comunicante de la zona que la saya es de calzán, tejido este que no aparece en ningún diccionario, ya que debe tratarse de la denominación local de alguna tela fuerte y barata apropiada para estos trajes de faena. Imagino que sea un tipo de estameña o lienzo, debajo de la cual puede ir otro tosco refajo de sayalete.

Corpiño: Blanco, de lienzo casero aún más grueso que el de la camisa, repulgado de tela de otro color y cerrado adelante con cordones y ojales redondos reforzados con hilo, nunca con ojetes metálicos. En el traje festivo, este corpiño blanco puede ser de color o de lino brochado, con forro de lienzo. Sobre el corpiño, tanto si el traje es de diario como dominguero, va un pañolón bien de hilo blanco, o bien, de algodón rameado que, cerrándose al cuello con grandes alfileres, viene a recoger las puntas en la cintura de la saya quedando el corpiño por delante completamente tapado.

Delantal: Con el traje de faena resulta imprescindible, gustando los amplios que protejan toda la delantera de la saya. Cortado en crudo lienzo casero, lleva apenas unas lorzas o unas franjas por adorno. Con el traje de fiesta no hay que ponerlo.

Medias: A diario, y en su lugar, unos cuadrados o rectángulos de lana de baja calidad (blanqueta) envolviendo pies y piernas y asegurados con los cordeles de las albarcas. Estos peales reciben en la comarca el nombre de «mantos» y también se pueden hacer de mitán o estameña. En cualquier caso, acostumbran ir ribeteados con lana marrón. Los días festivos, medias de lana azules o blancas.

Calzado: Albarcas de cuero a medio curtir con largos cordeles de un dedo de grosor hechos en cáñamo o lana negra.

Aderezo: Pesados aros planos de plata sobredorada en las orejas.

Peinado: Pelo tirante hacia atrás, formando una dura trenza hasta más abajo de la cintura. Las solteras, dos trenzas, también a la espalda.

Tocado: Cofia blanca de lino, ceñida a la cabeza, con una larga funda descendiendo a la espalda donde se introduce la trenza. Cabe pensar que con la ayuda de una cinta, arrollada en espiral, queden sujetas ambas. Este tocado, llamado «sabanilla», es lo más valioso y peculiar de las galas del Oriente de Cantabria pues, tal y como se describe, parece equivaler al tranzado de las españolas de los siglos XIV, XV y XVI, lo que hace de la sabanilla una de las tocas más antiguas de la Península. La sabanilla es privativa de las mujeres casadas, aunque por error haya aparecido en alguna ocasión como símbolo de doncellez cuando se sabe, con toda seguridad, que las solteras del partido de Castro Urdiales se distinguían por un pañuelo de color que llevaban «aseadamente en la cabeza».

 

VILLAVERDENSE

Camisa: De lienzo ordinario y áspero. Abierta sólo hasta el pecho, con largos faldones y anchas mangas terminando en un breve puño. Cuello pequeño y vuelto. Pechera desprovista de adornos. Botonadura de hueso o de hilo en forma de confite.

Pantalón: Blanco, del mismo grueso lienzo casero que la camisa, sujetando la ancha trampilla del alzapón a los costados. Algunos cambiaban este singular pantalón blanco por otro azul más corriente.

Ceñidor: Seguramente lo usaron de estambre de color.

Calzado: «Mantos» de lana «blanqueta», es decir, peales o rectángulos de basta lana batanada, ribeteados de lana marrón, en los que se envuelven las piernas sujetándolos con los cordeles de las albarcas. Estas son de cuero a medio curtir con el pelo hacia afuera. Se atan con largos cordeles de un dedo de grosor en cáñamo o lana negra.

Peinado: Pelo corto sin raya alguna.

Tocado: Nada se dice del que traían a diario pero cabe suponer pardinegros sombreros, o bien, pañuelos, ya coronales, ya cubriendo todo el cráneo. Tal vez por entonces, con las Guerras Carlistas, empiezan a difundirse las boinas de color como ocurre en la vecina Vizcaya. Amós de Escalante, hacia 1870, nos deja constancia de que en la zona de Castro y Laredo los hombres se cubrían con boinas azules y rojas, galeros o pañuelos ajustados al cráneo.

Complementos: Fuerte palo nudoso adornado al fuego.

Texto extraído del libro «TRAJES POPULARES DE CANTABRIA. SIGLO XIX» de Gustavo Cotera, Editorial Institución Cultural de Cantabria, Santander (1982)